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Las caídas son de una magnitud, explican los expertos, solo comparable a las registradas durante la pandemia, pero se están produciendo en un contexto completamente diferente. Entonces la demanda eléctrica se recuperó según lo hacía la actividad económica, ahora, el consumo está cayendo a pesar de que la economía ha mantenido un destacado crecimiento. Estamos en un nuevo escenario.
El consumo de cemento fue durante años uno de los indicadores consultados por los expertos para aproximarse a la temperatura de la economía sin tener que esperar a la estadísticas oficiales -muchas son trimestrales y llegan siempre con algo de retraso--. Era lo más parecido a saber qué estaba ocurriendo en tiempo real. Aunque desde que existe el big data, el cemento ha dejado de mirarse con tanta lupa, sigue aportando una señal y en el mes de enero sorprendió: su consumó aumentó un 5,4%.
La transición energética hacia las energías renovables cambiará el mundo, pero no será indolora, apuntan los expertos. Tiene un precio a corto plazo, por mucho que los políticos traten de endulzarlo. Los ciudadanos empiezan a comprobarlo con unos precios desbocados de la electricidad, del gas y, en menor medida, del petróleo. Y también lo siente ya la industria electro-intensiva. De Reino Unido hasta China, varias factorías han tenido que parar por los costes energéticos del gas y la electricidad.
2020 marca la primera etapa de la carrera europea hacia la neutralidad de carbono, que promete alcanzar en 2050. Para llegar ahí es indispensable ir cumpliendo los objetivos de transición energética, de aumento de uso de energías renovables en el total del consumo energético de los 27 Estados miembros. Los datos de Eurostat muestran que la Unión cumple por los pelos, igual que España, que en este 2020 debía terminar el último tramo del camino, del 18,4% al 20%.
Hasta ahora, la exigente legislación europea en cuestiones de seguridad había frenado esa avalancha, al igual que unos estándares de calidad que no estaban a la altura y los elevados costes de importación, que hacían que el precio no resultase tan rentable. Pero ahora, la barrera legislativa sobre emisiones se comporta exactamente al revés, como un rival dentro de las propias filas. El llamado protocolo CAFE impone cuantiosas multas a los térmicos mientras bonifica a los eléctricos.