Relación de artículos y noticias |
El PIB per cápita no sirve como indicador de bienestar, pues es solo un valor monetario de la producción de bienes y servicios de un país. Lo relevante es el nivel de bienestar; y este se estima a través de un conjunto de variables relacionadas con los ámbitos económicos, sociales, educativos, sanitarios, ocio, medio ambiente, etcétera.
Las crecientes necesidades de gasto público han dado como resultado un crecimiento de la deuda y del déficit público estructural, lo que obliga, más allá de lo que diga Bruselas, a imponer unas reglas en España. De lo contrario, la calidad de los servicios y el crecimiento económico se verán comprometidos.
El segundo mayor grupo de la automoción del mundo, Stellantis, propietario de la mayor fábrica de coches de España, la de Balaídos, no ha asegurado este año su futuro a partir del 2026. Los gestores del plan de recuperación no concedieron las ayudas para la plataforma con la que esta compañía quiere fabricar vehículos eléctricos urbanos de última generación.
La guerra en Ucrania, la inflación y los últimos coletazos de la pandemia han teñido de rojo las facturas de un 2022 que Galicia despide con cierto optimismo. Al menos en lo que al comercio exterior se refiere. Sus empresas han resistido, y eso es mucho decir si se compara con el conjunto de España.
Pocos sabían que Rusia y Ucrania conforman dos de los graneros del mundo hasta que estalló la guerra. Sus tierras fértiles alimentan a más de 400 millones de personas. Y el parón de sus exportaciones amenaza con generar una crisis alimentaria global de consecuencias imprevisibles, con muchos importadores sufriendo problemas de abastecimiento y una subida de precios que no tiende a moderarse.
Corren malos tiempos, la economía y la demagogia populista basada en el recorte de derechos quieren mandar. Se oyen discursos preocupantes de transformar un bien colectivo en un beneficio privado. Grave error. Hay soluciones antes de derrumbar lo que se ha logrado con esfuerzo de generaciones que han dedicado gran tiempo de sus vidas para conseguir el nivel sanitario que disfrutamos.
Galicia produce leche para abastecer a 16 millones de personas y carne de vaca y de cerdo para, en total, dar de comer a otros catorce millones. Con estos datos en la mano, parece que la comunidad tiene garantizada su soberanía alimentaria, ese concepto acuñado hace años por la Unión Europea que busca promover que los países no dependan de otros a la hora de hablar de alimentación. Nada más lejos de la realidad.
En 1972 El Club de Roma, una institución privada formada por economistas, científicos y políticos de todo el planeta, encargó a un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) un informe que respondiera a la siguiente pregunta: ¿puede el crecimiento económico y material continuar indefinidamente en un planeta finito? El grupo de expertos liderados por la doctora y científica ambiental Donella Meadows presentó el informe titulado Los límites del crecimiento cuyos resultados estaban apoyados por un nuevo modelo matemático.
Hace 18 años se comenzó a gestar una de las transformaciones más importantes en la historia de la ciudad. Fue el inicio de un proceso que debe finalizar con la recuperación de buena parte de los muelles interiores para el uso ciudadano mientras la actividad portuaria sigue desarrollando en el puerto exterior, que crecerá con el enlace ferroviario que se está tramitando.
¿Por qué algunas facturas energéticas se han triplicado? La culpa es del sistema por el que se fijan los precios de la electricidad en el mercado mayorista de la UE —donde las empresas generadoras ofertan y las comercializadoras compran la energía que nos suministran—. Ese bazar se abastece con la electricidad que generan fuentes como la nuclear, las renovables, el carbón o el gas natural. Pero hay una peculiaridad: la última en entrar a abastecer el mercado es la que marca el precio a pagar.
Galicia parece lejos aún de haber tocado su techo lácteo. De hecho, desde la desaparición de las cuotas lecheras en el 2015, la producción no ha dejado de batir récords hasta rondar los tres millones de toneladas durante el año pasado, justo el doble de la que se registraba a principios de la década de los 90.