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Los coches ya no venden prestaciones, sino tecnología. Y esta tecnología, toda la electrónica que equipan en sus entrañas, la parte más cara en el desarrollo, y por ende en el precio final de venta en los concesionarios. Y es que hasta un 40 % de los costes, van a parar a todos esos ordenadores que hacen de nuestros vehículos unas máquinas tan inteligentes; no al motor o la transmisión.
Las declaraciones de Le Maire sobre la condición de revertir las deslocalizaciones de la producción de vehículos, a cambio de recibir ayudas gubernamentales, también repercuten en las fábricas españolas. La posibilidad de mover modelos de una fábrica a otra no es nada factible, pues el principal problema de Francia radica en la alta competitividad en los costes frente a otros países. Pero sí que puede jugar un papel importante en la fabricación de modelos eléctricos.