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Actualmente, el concepto de la transición energética está en boca de todo el mundo. Es una de las banderas del actual Gobierno "progresista" y de ciertos sectores izquierdistas, como lo es de las grandes empresas energéticas que diseñan la política energética en el Estado español, de los lobbies "verdes" y de la Unión Europea. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de transición energética?
Aunque en los años 30 del siglo pasado las tesis favorables a la nacionalización del sector eléctrico se extendieron por suelo europeo, especialmente con el interés de ejecutar grandes obras públicas que pudieran reactivar la economía y generar empleo después del colapso financiero del 29, en el Estado español la iniciativa del sector eléctrico fue principalmente privada.
La transición energética es una realidad imparable. La necesidad social, económica y medioambiental de avanzar hacia un modelo de producción bajo en carbono se ha visto acompañada por un desarrollo tecnológico que, en muchos ámbitos, ha convertido a las energías renovables en la alternativa más eficiente en costes, además de la más limpia. Estamos ante una revolución económica e industrial capaz de atraer inversiones, producir ganancias de competitividad, aumentar la riqueza y generar empleo.