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Actualmente, los consumidores nos enfrentamos a una inflación desbordante, principalmente derivada de la pandemia y su impacto en la cadena de suministro global. Las limitaciones logísticas han aumentado los plazos de entrega y reducido el suministro de toda clase de productos. La aceleración más rápida del precio de los bienes de consumo desde 1982. Ahora, la invasión de Ucrania por parte de Rusia fractura aún más la cadena de suministro y esta vez se cobra una víctima esencial en el mundo alimenticio: el aceite de girasol.
Hay diferentes manera de medir la inflación global, como analizando el IPC, pero no hay una manera tan surrealista y occidental de hacerlo que tomando como base el precio de las Big Macs. Hay pocas cosas que son tan sinónimos de la cultura de Occidente como la icónica hamburguesa de McDonald's. Inventada en 1957 por uno de los primeros franquiciados de la compañía en Pensilvania, el Big Mac sigue siendo el artículo de comida rápida por excelencia. Puedes comprarla en 70 países del mundo.
Durante las últimas décadas el comercio internacional se ha transformado significativamente, no solo en términos de volumen y composición, sino también en términos de los países en los que el resto del mundo se apoya para sus relaciones comerciales más importantes. Ahora, se está produciendo un cambio crítico en el panorama, en el que China ya ha usurpado a EEUU el puesto como el socio comercial más dominante del mundo.
Todos los consensos sobre los que se levantaba el capitalismo del siglo XXI parecen haber saltado por los aires. Uno de los más destacados es el de la posición de la industria, en este caso física. Durante muchos años los países occidentales aceptaron deslocalizar sus fábricas a cambio de acceder a bienes de consumo baratos producidos en otros rincones del planeta. Esto tuvo efectos positivos y negativos. En el camino engrandeció a China.
La Administración Biden parece decidida a aprobar un impuesto de sociedades global que ponga fin a los paraísos fiscales. La idea ha vertebrado su discurso económico desde su toma de posesión, y está a un puñado de días de obtener el visto bueno del G7, el grupo informal que reúne a los siete países más desarrollados del planeta.
En última instancia, las petroleras no son más que empresas energéticas, por lo que la transición es natural. Más aún cuando su músculo financiero (un proyecto de ?10.000 millones es su pan nuestro de cada día) les permite cooptar un mercado en crecimiento, donde sus competidores aún no han crecido lo suficiente como para ser inexpugnables. Si quieren entrar, debe ser ahora.
La tiranía del PIB: un término cada vez más común en las cumbres económicas y entre los expertos que señala el malestar de que esta sea la cifra que condiciona toda la economía mundial desde hace 70 años, una premisa de crecimiento económico bruto que no se traslada a la realidad de la vida de la gente
2018 ha sido un año agridulce para la economía china. Los crecientes aranceles impuestos por la Administración Trump, las magras previsiones de crecimiento y una notoria caída del consumo interno han disparado las alarmas de cara al año que viene. A escasos tres meses de que la tregua firmada con Estados Unidos caduque, y por tanto se reanude la guerra comercial, las previsiones apuntan a una incipiente crisis