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La Comisión Europea obliga a ajustar el precio de la luz al coste de su producción por gas, pese a ser una parte muy pequeña de la energía eléctrica producida. Así es como indexando al gas, responsable del 17,5% de la producción de la electricidad, el precio del 100% de la energía, resultó que un enorme incremento del precio en un pequeñísimo factor productivo, se trasladó a la totalidad del precio de la energía producida. La consecuencia directa es lo que ahora sucede, que pagamos la luz a 120 euros el megavatio hora: ¡el cazador cazado!
Las razones aducidas para explicar este alza son el aumento de los costes del gas (que surte a las centrales términas de ciclo combinado) y de los derechos de emisión de CO2 (que también impacta sobre estas centrales). Son costes que encarecen la producción de este tipo de energía y que reperctuen en el precio a través del sistema de subastas.