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A pesar de la importancia histórica del sector primario en Galicia, su peso ha disminuido en favor de la industria y de los servicios, que han crecido y diversificado la economía regional. La primera supone el 17,8% de su PIB, en comparación con el 15,9% de media en España en 2022, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Las infraestructuras son esenciales para el crecimiento económico de Galicia, emplazada en una ubicación esquinada, con orografía variada y dispersión poblacional. Pero si bien destaca el vigor de los puertos, la mejora de sus redes terrestres y ferroviarias es una de las principales tareas pendientes.
La industria gallega, con luces y sombras, es uno de los motores de la economía en la comunidad. En el primer trimestre de este año, según el Foro Económico de Galicia, la actividad textil, con un 21,1% del total, y la automoción, con un 19,3%, lideraron las exportaciones. Pese a su músculo en algunos sectores, presenta dos debilidades: la alta concentración en unos campos concretos y la limitación de envíos a pocos países.
¿Cuál creen que es la principal exportación española? ¿En qué piensan que estamos especializados? ¿Cuáles son las principales industrias de nuestro país? Las respuestas suelen ser variadas, por decirlo amablemente. Desde menciones a los pepinos y a las naranjas, pasando por el jamón hasta el aceite de oliva o el turismo como casi el único sector presente en nuestro tejido productivo. Por las respuestas, es evidente que demuestran un importante desconocimiento sobre nuestra propia economía
Es cierto que, a veces, la interpretación que damos a estos indicadores no es el más apropiado. El PIB es un indicador que se utiliza para medir el nivel de actividad, gasto o renta de un país. La metodología empleada en su elaboración nos indica qué lecturas son adecuadas y cuáles no lo son. Es crucial saber qué se puede afirmar, por ejemplo, al comparar datos a nivel internacional. En este artículo se resaltan dos análisis basados en el uso del PIB que llevan a la confusión.
Vivimos en una época tumultuosa, y esta agitación se manifiesta en la complejidad de prever y estimar los acontecimientos. El analista de coyuntura se enfrenta al desafío del análisis, utilizando herramientas que, aunque variadas en sofisticación, requieren cierta estabilidad en las relaciones económicas para extraer las señales pertinentes. Cuando esta estabilidad falta, los errores cometidos por los analistas se magnifican, dejándonos prácticamente a merced de la espera, confiando en que las aguas vuelvan a su cauce.
El fin de la era de la globalización sin trabas es un negativo neto para la economía mundial. Las recesiones, la pandemia y la guerra han afectado al comercio. Las tensiones geopolíticas han generado nuevos aranceles y políticas industriales nacionalistas. La desglobalización hará las economías menos eficientes en general. Pero es probable que algunos países, materias primas y trabajadores de fábricas salgan beneficiados.
La buena evolución macro que dibujan las cifras del supervisor, a las que hay que unir la recuperación del nivel de actividad anterior a la pandemia, una meta que España ha alcanzado en el grupo de cola entre los países miembros, contrasta con el pulso de una microeconomía que revela fragilidades importantes, como el hecho de que la mayor parte de los hogares españoles haya perdido una notable capacidad adquisitiva como consecuencia de la inflación o como el retroceso de la demanda de crédito.
Las principales opciones financieras con las que cuenta un propietario para convertir su casa en un capital para la jubilación son la nuda propiedad (la venta de la casa pero conservando el usufructo de por vida), la hipoteca inversa (la entrega por parte del banco de un capital por la vivienda que incluye el cobro de intereses) y el alquiler inverso (la venta de la vivienda a cambio de un dinero en el que se incluye la parte para asumir el coste de seguir habitando en ella de alquiler).
El problema territorial derivado de la despoblación es acuciante para nuestro país y, sin embargo, sigue careciendo de una atención sistemática y rigurosa por parte de los actores políticos y de los poderes públicos, más allá de meras declaraciones de buenas intenciones. Aunque se supone que es uno de los cuatro objetivos principales del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España, que se centra en actuar sobre la digitalización, la sostenibilidad, la brecha territorial y la brecha entre sexos, la realidad es que los fondos todavía no han impactado en la economía real de est
Del mismo modo que la ciudadanía y las empresas acceden cada vez a más bienes y servicios de forma digital, esa situación debería poder medirse para comprobar hasta qué punto se está transformando la economía española. El Gobierno, a través de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial y el Instituto Nacional de Estadística (INE) ya se han puesto a ello y han celebrado ya las primeras reuniones para comenzar a diseñar qué metodología es la idónea para cuantificar de la manera más fidedigna el peso que tiene la actividad online en el Producto Interior Bruto (PIB).