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Los comerciantes de materias primas realizan las interacciones comerciales en aguas internacionales para sortear la legislación de los países. Son empresas privadas que a veces no están en bolsa y no se ven obligadas a hacer un ejercicio de transparencia frente a sus accionistas, y que muy a menudo esquivan el control fiscal. Gracias a sus sedes en paraísos fiscales pagan escasos impuestos, a pesar que la compraventa de materias primas mueve 17 billones de dólares al año. O lo que es lo mismo: un tercio de la economía global.