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Después de tres años consecutivos de crecimiento y de aportar al Producto Interior Bruto (PIB), el sector exterior empieza a mostrar signos de debilidad, sobre todo en la venta de bienes al extranjero, y los expertos ya prevén que su contribución al crecimiento económico de España el año que viene sea nula o incluso negativa.
Más de 6.250 millones de euros. Es el impacto que genera Coca-Cola en la economía española, según un informe realizado por la consultora Steward Redqueen en base a la contribución de la compañía de bebidas a través de sus distintos canales de actividad en 2022. Se aprecia mejor con un dato: de cada euro gastado en bebidas de Coca-Cola, 77 céntimos revierten en el PIB nacional.
Deutsche Bahn, compañía alemana de transporte por ferrocarril, ha anunciado la venta de su filial internacional de transporte de cercanías Arriva –uno de los principales operadores en Galicia– al inversor financiero estadounidense I Squared Capital. Aunque ninguna de las compañías ha comunicado el precio de la operación se estima que el contrato valora a la empresa, que cuenta con unos 35.000 empleados, en 1.600 millones, cifra en la que está considerada deuda por valor de 1.000 millones.
El fin de la era de la globalización sin trabas es un negativo neto para la economía mundial. Las recesiones, la pandemia y la guerra han afectado al comercio. Las tensiones geopolíticas han generado nuevos aranceles y políticas industriales nacionalistas. La desglobalización hará las economías menos eficientes en general. Pero es probable que algunos países, materias primas y trabajadores de fábricas salgan beneficiados.
Aunque tradicionalmente la competitividad se ha considerado un atributo asociado al comportamiento de las empresas, que marca la diferenciación entre estas y su capacidad para obtener resultados económicos, su concepto se ha ido ampliando a la esfera territorial. No existe una definición unánime de lo que se entiende por competitividad regional, si bien podemos dar por buena la referencia a la capacidad que tiene una región para ofrecer un entorno atractivo y sostenible para empresas y ciudadanos en todo lo referente a la inversión, el trabajo y las condiciones de vida.
Una sacudida corporativa que, según advierten las compañías de telecomunicaciones y los analistas, es síntoma de la debilidad de todo el sector en Europa, plagado de operadoras pequeñas o a lo sumo medianas, con trabas regulatorias para emprender la concentración y con modestas valoraciones bursátiles (por las reducidas rentabilidades y la necesidad de seguir inyectando inversiones milmillonarias en plena revolución tecnológica) que las dejan expuestas ante posibles compradores, también los indeseados.