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España es un país rico, pero arrastra problemas más propios de un país pobre. De los 193 países del mundo, España ocupa el puesto 14 en PIB nominal, según datos del Banco Mundial, lo que significa que está en el 7% de los países más ricos en PIB. En PIB per cápita, en cambio, cae hasta el 33, por detrás de Lituania, Chipre o la República Checa.
Nuestro cerebro más que una máquina de operaciones lógico-matemáticas es un procesador de narraciones. Y, conscientes de esto, los expertos en marketing y comunicación han recurrido a ellas para transmitir con efectividad sus mensajes, una estrategia que en el argot de la mercadotecnia se conoce por su nombre en inglés, storytelling (literalmente, contar historias). Porque un buen relato nos engancha: activa nuestra curiosidad, despierta nuestras emociones y enciende nuestra imaginación.
Estas aportaciones del Estado se han cuadruplicado en las últimas dos décadas: en 2012 se situaron en 9.182 millones, según la liquidación definitiva, y fueron aumentando hasta los 15.687 millones de euros anuales en 2019, cuando todavía suponían menos de la mitad que ahora. La cuantía actual, de casi 39.000 millones de euros, previsiblemente volverá a subir el próximo año como consecuencia del incremento del gasto provocado por la subida de las pensiones.
Guerras, una pandemia, proteccionismo, inflación, cambio climático... El escenario económico ha dado un giro brusco y rápido tras décadas de relativa calma. Buen ejemplo de ello es Alemania (y de una forma más extensa la Unión Europea), un país que hace no tanto parecía tener una economía asentada en unos pilares indestructibles, y que ahora parece condenada a reinventarse a marchas forzadas con una transición de por medio dolorosa.