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Es cierto que, a veces, la interpretación que damos a estos indicadores no es el más apropiado. El PIB es un indicador que se utiliza para medir el nivel de actividad, gasto o renta de un país. La metodología empleada en su elaboración nos indica qué lecturas son adecuadas y cuáles no lo son. Es crucial saber qué se puede afirmar, por ejemplo, al comparar datos a nivel internacional. En este artículo se resaltan dos análisis basados en el uso del PIB que llevan a la confusión.
Vivimos en una época tumultuosa, y esta agitación se manifiesta en la complejidad de prever y estimar los acontecimientos. El analista de coyuntura se enfrenta al desafío del análisis, utilizando herramientas que, aunque variadas en sofisticación, requieren cierta estabilidad en las relaciones económicas para extraer las señales pertinentes. Cuando esta estabilidad falta, los errores cometidos por los analistas se magnifican, dejándonos prácticamente a merced de la espera, confiando en que las aguas vuelvan a su cauce.
El fin de la era de la globalización sin trabas es un negativo neto para la economía mundial. Las recesiones, la pandemia y la guerra han afectado al comercio. Las tensiones geopolíticas han generado nuevos aranceles y políticas industriales nacionalistas. La desglobalización hará las economías menos eficientes en general. Pero es probable que algunos países, materias primas y trabajadores de fábricas salgan beneficiados.
La buena evolución macro que dibujan las cifras del supervisor, a las que hay que unir la recuperación del nivel de actividad anterior a la pandemia, una meta que España ha alcanzado en el grupo de cola entre los países miembros, contrasta con el pulso de una microeconomía que revela fragilidades importantes, como el hecho de que la mayor parte de los hogares españoles haya perdido una notable capacidad adquisitiva como consecuencia de la inflación o como el retroceso de la demanda de crédito.
Las principales opciones financieras con las que cuenta un propietario para convertir su casa en un capital para la jubilación son la nuda propiedad (la venta de la casa pero conservando el usufructo de por vida), la hipoteca inversa (la entrega por parte del banco de un capital por la vivienda que incluye el cobro de intereses) y el alquiler inverso (la venta de la vivienda a cambio de un dinero en el que se incluye la parte para asumir el coste de seguir habitando en ella de alquiler).
El problema territorial derivado de la despoblación es acuciante para nuestro país y, sin embargo, sigue careciendo de una atención sistemática y rigurosa por parte de los actores políticos y de los poderes públicos, más allá de meras declaraciones de buenas intenciones. Aunque se supone que es uno de los cuatro objetivos principales del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España, que se centra en actuar sobre la digitalización, la sostenibilidad, la brecha territorial y la brecha entre sexos, la realidad es que los fondos todavía no han impactado en la economía real de est
Del mismo modo que la ciudadanía y las empresas acceden cada vez a más bienes y servicios de forma digital, esa situación debería poder medirse para comprobar hasta qué punto se está transformando la economía española. El Gobierno, a través de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial y el Instituto Nacional de Estadística (INE) ya se han puesto a ello y han celebrado ya las primeras reuniones para comenzar a diseñar qué metodología es la idónea para cuantificar de la manera más fidedigna el peso que tiene la actividad online en el Producto Interior Bruto (PIB).
Mientras que Europa se enfrenta a una crisis de envejecimiento poblacional y Estados Unidos y China se disputan el título de gran potencia del siglo XXI, Asia y África incuban a las posibles potencias del futuro. La historia reciente ha demostrado que, si bien el liderazgo tecnológico e industrial es un factor fundamental para trascender en la comunidad internacional, tener una población lo suficientemente amplia para crear un mercado interno robusto (que haga posible seguir la fórmula del milagro chino) es también un elemento clave.
Europa corre el riesgo de perder la carrera global por liderar un cambio tecnológico que supone un nuevo paradigma económico. Un riesgo que se ha acrecentado debido a la fuerte ola de proteccionismo inversor que ha impulsado la Administración Biden, aparentemente inmune a las débiles protestas europeas, y a la potente presencia de China en los mercados internacionales. Una pinza que puede acabar arrinconando a Europa y convirtiéndola en un mero mercado de consumo tecnológico más que en una potencia capaz de coliderar el futuro de la industria.
La recuperación de los indicadores económicos previos a la pandemia está, según las previsiones, cerca de concretarse. Tras la contracción de un 11% de su economía en 2020, España es todavía el único país de las cuatro grandes economías que aún no ha recuperado sus niveles de PIB prepandemia y la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) afirma que lo hará a lo largo de este año.
Pese al esfuerzo que supone la elaboración y la aplicación de un documento del calibre del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia por su complejidad, tras dos años de puesta en marcha, la realidad es que estos fondos europeos están tardando en trasladarse a la economía real más de lo inicialmente esperado, con expectativas poco realistas, alimentadas en parte por el optimismo oficial y sin tener en cuenta limitaciones estructurales.
El pasado año fue el primer ejercicio que finalizó con la aplicación de la reforma laboral. El resultado y la combinación de todas estas medidas que recogía la nueva normativa laboral se saldó a final de año con un incremento del empleo de 278.900 personas, lo que supone un incremento del 1,38%, de los que algo más de una quinta parte, 50.700 correspondieron a empleo público, según los datos recogidos por la Encuesta de Población Activa (EPA).