Relación de artículos y noticias |
Mientras que Europa se enfrenta a una crisis de envejecimiento poblacional y Estados Unidos y China se disputan el título de gran potencia del siglo XXI, Asia y África incuban a las posibles potencias del futuro. La historia reciente ha demostrado que, si bien el liderazgo tecnológico e industrial es un factor fundamental para trascender en la comunidad internacional, tener una población lo suficientemente amplia para crear un mercado interno robusto (que haga posible seguir la fórmula del milagro chino) es también un elemento clave.
Europa corre el riesgo de perder la carrera global por liderar un cambio tecnológico que supone un nuevo paradigma económico. Un riesgo que se ha acrecentado debido a la fuerte ola de proteccionismo inversor que ha impulsado la Administración Biden, aparentemente inmune a las débiles protestas europeas, y a la potente presencia de China en los mercados internacionales. Una pinza que puede acabar arrinconando a Europa y convirtiéndola en un mero mercado de consumo tecnológico más que en una potencia capaz de coliderar el futuro de la industria.
La recuperación de los indicadores económicos previos a la pandemia está, según las previsiones, cerca de concretarse. Tras la contracción de un 11% de su economía en 2020, España es todavía el único país de las cuatro grandes economías que aún no ha recuperado sus niveles de PIB prepandemia y la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) afirma que lo hará a lo largo de este año.
Pese al esfuerzo que supone la elaboración y la aplicación de un documento del calibre del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia por su complejidad, tras dos años de puesta en marcha, la realidad es que estos fondos europeos están tardando en trasladarse a la economía real más de lo inicialmente esperado, con expectativas poco realistas, alimentadas en parte por el optimismo oficial y sin tener en cuenta limitaciones estructurales.
El pasado año fue el primer ejercicio que finalizó con la aplicación de la reforma laboral. El resultado y la combinación de todas estas medidas que recogía la nueva normativa laboral se saldó a final de año con un incremento del empleo de 278.900 personas, lo que supone un incremento del 1,38%, de los que algo más de una quinta parte, 50.700 correspondieron a empleo público, según los datos recogidos por la Encuesta de Población Activa (EPA).
Europa ha domado sus ansias de energía. El año pasado, la guerra de Ucrania redujo drásticamente los flujos de gas ruso al bloque de 27 países, lo que disparó el precio del combustible fósil y obligó a hogares y empresas a buscar rápidamente formas de utilizar la energía con más moderación. Pero el éxito en el ahorro de gas oculta una realidad más oscura para la industria europea.
La teoría económica clásica indica que subir salarios en tiempos de inflación es como echar gasolina a un fuego. No obstante, un grupo de economistas del FMI indica en un reciente informe que el incremento de salarios puede ser totalmente neutro. En la publicación se analizan los periodos históricos en los que se observaron posibles espirales de precio-salario.
Nos atrevemos a afirmar que para que se pueda transformar un país es imprescindible que exista un proceso de cambio radical en las formas en que se gestiona dicho cambio desde las administraciones responsables. Y eso ha de comenzar por la definición y conformación de los equipos humanos que han de pilotar el proceso transformador.
Si bien el incremento de las ventas de coches eléctricos es una buena noticia, ya que su producción asegurará el futuro de las plantas, la implantación del coche eléctrico supondrá un progresivo reajuste de plantilla en el motor, un ajuste que ya comenzará a verse en 2023 en algunas fábricas nacionales.
Contra lo que cabría esperar, la lista de 50 mayores empresas del mundo por su valor en Bolsa no ha cambiado de reyes. El sector tecnológico continúa liderando el ranking un año más pese a toda la incertidumbre que le ha rodeado. En un 2022 marcado por la guerra y una alta inflación, las dudas han sido generalizadas en los mercados. El sector tecnológico ha tenido que hacer frente a la difícil tarea añadida de regresar a la normalidad tras su época dorada de la pandemia.
Con el crecimiento ralentizándose, la demografía deprimida y una balanza comercial muy deficitaria, Tokio quiere incubar nuevas empresas y destinar más dinero estatal a sectores de vanguardia como los semiconductores y las telecomunicaciones de nueva generación. El primer ministro, Fumio Kishida, dice que pondrá la innovación y la investigación científica en el centro de su impulso político. Quizás no debería ser así.
La pérdida de valor de la productividad fue muy intensa durante los trimestres de la pandemia (con caídas interanuales de más del 5%), en los que el valor del PIB descendió más virulentamente que los puestos de trabajo. Pero se mantuvo durante todo el ejercicio de 2021, lo que abre interrogantes a la supuesta mejora de la productividad aportada por el teletrabajo y la inyección súbita de intensidad tecnológica.
España estrenará el próximo 1 de enero un nuevo mecanismo de ajuste de las pensiones, el denominado Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI), aprobado en la primera fase de la reforma de la Seguridad Social. Sin embargo, este modelo de ajuste adoptado por España difiere notablemente de los tipos que ya aplican aproximadamente la mitad de los países europeos y que vinculan la evolución del gasto en pensiones a una o varias variables de entre otras tres.